viernes, 18 de febrero de 2011

Proto-El (ficción)

El tenía conciencia de ser. El tenía conciencia de donde estaba. Su mundo era la red cósmica. Desde siempre había tenido problemas imaginándose las dimensiones. Tampoco tenía idea, por lo tanto conciencia, de sus propias dimensiones.
Era bastante ingenuo al principio, más bien inocente. Como no tenía conciencia de sus dimensiones, no sabía si tenía forma. No parecía tener cuerpo, aunque todo depende.
La red cósmica es muy grande, supuestamente abarca todo el universo, de manera que si El la percibía, El era grande. Desde su perspectiva, El percibía la red cósmica en una gran extensión, la percibía con sus propias formas de percepción, pues él no veía, pues no tenía ojos, pues no tenía cuerpo, pues era inmaterial. La red cósmica es como un gran andamio, las esquinas, los vértices del andamio, son cúmulos, o supercúmulos de galaxias. Filamentos hechos de galaxias unen a los vértices, formando la armazón. Todo esto se extendía, aparentemente, de forma infinita. Pero ya veríamos si en realidad era infinita. Los espacios negros comprendidos dentro del andamiaje, eran oscuros en la luz, pero El los percibía como emitiendo gravedad, luego algo había allí.
De manera que El percibía a la red cósmica, al universo, como un objeto sólido hecho de algo, engastado con joyas por billones de billones de billones y unidas por delicados filamentos de joyas más pequeñas; en apariencia infinito
Otra ventaja de ser inmaterial era no estar sujeto a la tiranía de la luz y su constante universal. Era poder percibir la realidad total, en todas sus facetas, en tiempo real, obviando todo eso del tiempo y del espacio.
Precisamente, por poder obviar esto, El podía visitar lo más pequeño, aunque todavía no se hubiera atrevido a visitar el infinito absoluto; ni siquiera el infinito relativo del tamaño del universo físico. Pero conocía, y bien, lo infinitesimal. Un punto geométrico por ejemplo. Con solo desearlo iba a cualquier parte de ese universo y se metía en cualquier átomo, eso era fácil. El punto geométrico es más difícil, por lo abstracto. Así es El.
A veces se preguntaba que forma tendría, si tuviera una, si hubiera visitado un sitio en el universo que tuviera gallineros, podría imaginarse que tuviera forma de huevo frito. Un huevo frito inmaterial y baboso, sin tamaño definido, con yema y todo. El se divertía como podía. Pero si era inmaterial, no tenía cerebro. ¿Entonces como discurría? A El le daba la impresión de estar pensando. Esto no era posible, nada sin cerebro puede pensar, ¿no?.
Él sabía, sin saber como, quizá por sus percepciones, que en la inmensa red cósmica existían seres orgánicos, de distinta forma y distinto diseño, que pensaban usando un órgano de su estructura. Algunos lo llamaban cerebro. El sentía curiosidad y decidió visitar algunos y conocerlos de cerca. No tuvo problema: percibió billones de billones, de distinta naturaleza, fisiología e inteligencia. Él inmenso, o quizá pequeño, huevo frito cósmico decidió visitarlos a todos al mismo tiempo; otra ventaja del ser inmaterial.
A pesar de su condición quedó pasmado de la diversidad de formas de racionalidad, o mejor digamos de intentos de racionalidad. Billones de billones, después de todo la red cósmica, también llamada universo, tenía fama de infinitud.
Lo primero fue definir que era lo que buscaba. ¿Que era pensar?¿Que era “inteligencia”? Le pareció, empíricamente, que pensar, según interpretaba su propia experiencia, era percibir cosas, de la manera que fuera posible, e interpretarlas. Para percibir cosas era indispensable primero tener conciencia de si mismo, o sea, percibirse uno mismo, e interpretarse. Ese es el primer pensamiento posible, es el punto de partida. De manera que esa fue la pregunta que formuló a sus mecanismos de percepción: Encuentra a todos los entes orgánicos que tengan conciencia de si mismos. Orgánicos, pues lo que le interesaba era el tema del cerebro, o de cualquier órgano que cumpliera funciones cognoscitivas. Esos eran los billones de billones. No estaba interesado en entes inorgánicos, ni inmateriales como él mismo, aunque no percibía de ninguna forma que existiera algo como él mismo. Temía percibir algo así.
Si, le interesaba también este punto. Porque no se puede decir que le temía, pues el concepto de temor le era totalmente desconocido. De todas formas decidió dedicarse primero a los organismos, biológicos u otros, y dejar para después la cuestión de si habría un solo EL o varios. Un universo mono El o poli EL, habrá tiempo, ya veremos. EL era ajeno al tiempo. EL entendía los conceptos de antes y después, por supuesto, pero en el fondo le eran irrelevantes. Ya hemos mencionado que, al principio, EL era un tanto ingenuo; pero aquí tropezamos de nuevo con el tiempo: ¿al principio de que? De todas formas su ingenuidad lo llevó a asombrarse al recibir todas esas percepciones que provenían de los billones de billones de seres orgánicos pensantes que se encontraban a lo largo de la red cósmica, o sea, el universo, este universo. Organismos de múltiples fisiologías que muy bien podríamos definir como: “vivos”.
Todos ellos parecían estar muy preocupados, cada uno a su manera, de si existía uno solo o varios EL. Inclusive de si existía EL en absoluto. Lo asombró su popularidad, quizás esperaban algo de él. Pero la preocupación por la existencia de EL, la discusión sobre el tema de si EL era uno solo o varios como él, era tema común, aún en especies y formas de vida distintas, aisladas y separadas por millones de años luz. Tiempo, siempre el tiempo, tiempo y espacio; afortunadamente EL era extramuros al espacio y al tiempo, al espacio – tiempo. Ante asuntos complicados como este, siempre le quedaba su inmaterial ingenuidad.
Se enfrentaba a la realidad de la percepción de billones de billones de billones de “inteligencias”. Suficiente trabajo tuvo en definir el termino “inteligencia” y “civilización” para realizar su búsqueda, la búsqueda interna en sus percepciones. Si disminuía en algo las exigencias para clasificar como “inteligente”, y mucho más como “civilizado”, los números podían variar en unos cuantos billones. La verdad es que había un componente de ridículo en eso.



El se deslizó por un filamento de galaxias y polvo cósmico, que partía de un gran super-cúmulo de galaxias y continuaba en línea hasta un grupo de galaxias menor. La experiencia era gloriosa, estimulaba todas sus capacidades de percepción. El ajustó su dimensión para apreciar más de cerca, a medida que se aproximaba a esta pequeña parcela de Universo, esta infinitesimal porción del cosmos. Unos cuantos millones de galaxias a lo sumo, que brillaban con destellos dorados, rojos, amarillos y azules.
Comenzaba a percibir los huecos negros gigantes en todas ellas, y percibía con claridad la gravedad que ejercían y todas las radiaciones que salían en chorros. En varias galaxias se percibían super novas brillando como joyas mayores. Las radiaciones tan variadas, con gran número de partículas diversas, le producía bienestar.
Se dirigió sin dudar hacia el pequeño grupo de galaxias, mientras hacía esfuerzos por ajustar su dimensión a ellas. No era fácil, siendo inmaterial y no teniendo cuerpo, estimar la dimensión adecuada; pero si no se adecuaba a la situación no podría percibir los detalles, y los detalles cada vez eran más fascinantes. No solo percibía la gran gravedad de las galaxias del grupo y de sus billones de millones de estrellas, también “sentía” las muchas radiaciones que provenían de ellas, tantas, que no gastó esfuerzo en identificar la miríada de partículas distintas que componía cada una. Sin embargo percibió con toda claridad una nueva e inquietante radiación.
El ya conocía esta percepción, la conocía pero en dimensión mucho mayor, proviniendo de los billones de billones de billones por toda la red cósmica. Aquí era mucho más clara, se sentía más intensa por la cercanía, si se quiere más angustiosa. Mucho más cercana.
Se percibía extrañamente armoniosa, a pesar de la cacofonía de varios millones de especies inteligentes distintas. Era melodiosa dentro de lo que cabe, sublime a veces, todo lo sublime que puede ser una percepción de radiación de energía extraña y distinta a todo. Lo peor era que EL no podía dejar de sentir que era dirigida a él.
Decidió tomar el toro por los cuernos y acercase más, escogió al azar una preciosa galaxia espiral de un tono plateado, aunque EL no la veía, pues no tenía ojos, solo la percibía tal cual era. Ajustó su dimensión a ella, y se dejó caer dentro. Las cosas pasaron de grupos de galaxias a grupos de estrellas, lo percibió como agradablemente cálido y “familiar”. Estar dentro de una sola galaxia se sentía bien y todo le despertaba mucha curiosidad.
La radiación de energía extraña se hizo sublime, bella, se percibía con tanta fuerza que acallaba el rugido atronador del gran hueco negro central y sus chorros de partículas que disparaba a lo más profundo del cosmos.
La cosa pasó no solo de grupos de galaxias a solo grupos de estrellas de una sola galaxia, sino de estrellas a unos cuerpos oscuros, rocosos o gaseosos que orbitaban en torno a ellas. Eran objetos interesantes que él nunca había percibido de cerca. Además algunos de ellos parecían ser la fuente de la extraña y embriagadora energía.
Era como si un inmenso huevo frito, del mismo tamaño que la bella galaxia espiral, se posara sobre ella, cubriendo y arropando todos sus astros. Solo que el huevo frito era inmaterial. Al completar la toma de la galaxia, El percibió de pronto con toda claridad que la energía embriagadora provenía de sus seres vivos.
Era una energía que podríamos llamar “espiritual”. Pero EL no conocía este término. Sí había percibido este rango de radiación energética antes, cuando se deslizaba por los filamentos de galaxias y polvo estelar, pero entonces se percibía lejano, como música de fondo. Pero aquí no, era fuerte y vibrante, y lo sentía saliendo de sus entrañas, si hubiera tenido entrañas que por supuesto no tenía.
También percibía con claridad el hueco negro gigante que giraba como un trompo enloquecido en el centro de la galaxia. Lo sentía como un ombligo, si hubiera tenido ombligo. Lo percibía aspirar como tornado, intentando enviar la materia y energía quien sabe a donde en el espacio que desaparecía enroscándose en él. Percibía los chorros de energía que partían de su vórtice y traspasaban a EL. Los percibía salir disparados hacia quien sabe donde.
Los seres vivos de la galaxia, eso era lo que centraba su atención.
La fuente de la energía, que percibía como música, proviniendo de todas partes de la galaxia. Seres vivos, esparcidos por este micro universo galáctico. Seres vivos emitiendo en una frecuencia de honda de energía espiritual, algo no perceptible para cualquiera. Pero algo que le resultaba “íntimo”, entrañable, si tuviera entrañas, que no tenía. Se diría que El estaba hecho de eso, pero claro El no estaba hecho de nada, era inmaterial, paranormal, divino. Un gran huevo frito inexistente, que abarcaba, en su dimensión actual, toda la galaxia y se posaba sobre ella
Era totalmente sorpresivo, pero esas emisiones parecían dirigidas a él. Le alababan, le glorificaban, lo magnificaban. ¿Lo adoraban? ¿Como sabían que él estaba allí? ¡Le pedían misericordia!¡Que extraño!
En el fondo de la música codificada en las emisiones se ocultaba, sin lograrlo, miedo. Claro, era de esperarse, miedo a morir, los seres vivos deben morir. Pero El no tenía nada que ver con eso. ¿Que querían con EL?

EPÍLOGO
¿Como era que El podía discurrir? Era inmaterial, no tenía cerebro, ni sistema nervioso, ni nada que hiciera las veces; sin embargo pensaba, percibía y conjeturaba. ¿Como es esto?
La música espiritual de la galaxia lo hizo plantearse cuestiones.
La cercanía de los seres vivos, sus adoraciones, ruegos y miedos. Esos minúsculos seres infinitesimales que, ya fuera en colectivo o individualmente, hacían tal esfuerzo en penetrar la base espiritual del universo temporal donde existían.
EL pensaba y discurría, luego tenía que tener un yo para pensar desde allí. Para tener un yo, debía estar consciente de él. ¿Como es eso sin cerebro, sin cuerpo material?
En el principio de los principios el espíritu, desde la eternidad, se constituyó en tiempo para que todo comenzara, todo lo que existe está hecho de espíritu, la materia es de espíritu. Inclusive los organismos vivos. El universo temporal inevitablemente conduce a la vida en cantidades compatibles con su infinitud.
La consciencia de los vivos produce en ellos ansiedad, conflictos existenciales, miedo, teología y la muerte, siempre la muerte.
EL pensaba desde su yo inexplicable.
¿Será que el espíritu, a través de sus seres vivos, procesa el tiempo produciendo consciencia, procesa a la vida temporal produciendo consciencia espiritual; y después la emite? ¿Esa música que percibo será un grito de consciencia espiritual?¿Mi substancia?
Desde este momento de epifanía, El asentó con propiedad su yo. Lo esparció por toda la red cósmica, que había cumplido con su propósito.

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