miércoles, 30 de septiembre de 2009

El Perdón

Hay días en que yo creo que no puedo hacer nada y la verdad es que no puedo. En esos días, sencillamente, literalmente, no puedo ni caminar, es decir, no puedo caminar. Y hay días, como hoy, en que creo que puedo hacer todo, no es cierto, pero lo creo y quizá por eso, pueda en realidad hacer muchas más cosas que otros días. No es fácil saberlo, porque la verdad, quizás lo que sucede, es que los días malos me siento más cansado y los buenos menos cansado. La EM es todo sobre cansancio.






Ayer, por ejemplo, no sabía que hacer con el blog de esta semana, pero en realidad, lo que sucedía era que me sentía demasiado cansado para pensar. Me sentía cansado, pero quizás no lo estaba en realidad. ¿Entienden? Quizás no, quizá si.






Considerando esta situación me decidí a escribir hoy. Ayer hubiera sido impensable hacerlo, hoy hubiera sido inperdonable no hacerlo. Por cierto, hoy es Miércoles de la semana, no tengo que escribir todo hoy, lo que quizá sea una ventaja.






Por otra parte, considerando el desastre de la semana pasada y la verguenza que hemos pasado frente al mundo, hoy me ha caído como una iluminación el tema apropiado para la semana: El Perdón.






Además con este tema quizás no sea posible quedar mal.






Quizá si hay gente que no merezca perdón. Pero eso no nos exime de perdonar, perdonar es en nuestro interés, pues no se puede ser perdonado sin haber perdonado. Quizás no importe ser perdonado o no, en ese caso, nada importa.
















Un buen ejemplo de lo que quiero decir es este ejercicio: Yo quiero perdonar a Saulo, perdonarlo por cambiar descaradamente el destino de la humanidad, por la persecución a las “herejías”, por la aniquilación del arrianismo, por la muerte de los dioses. Por el fin de lo clásico, recuerden: al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Perdonarlo por las Cruzadas, por la quema de los Templarios, por las hogueras del Languedoc. Perdonarlo por la venta de indulgencias, por la Inquisición. Por la devastación de un continente y su cultura. Por las guerras de la Reforma y Contra Reforma, por la prepotencia de los obispos. Perdonarlo por la castidad forzada y antinatural. Perdonarlo por el dogma férreo e intransigente. Pero también deseo humildemente pedirte perdón, Pablo, por mi inmenso pecado de orgullo. Yo no soy quien para constituirme en juez, mucho menos de una persona como tu. Tu me comprendes. Quizá, o quizás, nosotros, la humanidad, hubiéramos cometido de todas formas las mismas barbaridades por cualquier otro motivo, ya hubiéramos encontrado uno. Quizá esto complazca a Aquél por quien discutimos, seguro que si. Perdón, ya no volveré a mencionarte en este blog.






¿Ven que fácil es?






Con los que han mancillado la isla y nuestro gentilicio, haciendo apología de los más abyectos crímenes, quizás sea más difícil. Habrá que tragar grueso y perdonar, porque es nuestro derecho, siempre tenemos derecho a perdonar. Nos conviene. Perdonar es proactivo, comienza y termina en nosotros. No se perdona para negociar un perdón por otro.

Esto no implica que lo aceptemos y que no luchemos contra ellos. Perdonar siempre es en nuestro interés. Quizá de esa forma exorcicemos la isla de los demonios que nos han dejado. Amén.





Y así pasan los días..., y yo, desesperando..., y tu, tu contestando..., quizás, quizá, quizás.














Vale