miércoles, 18 de mayo de 2011

EL VIEJO Y EL MAR (FICCIÓN, SERIE POR CAPÍTULOS)

CAPÍTULO I


El viejo se acostaba en su hamaca a la tarde, cuando el sol bajaba y hacía menos calor. A esa hora unos pajaritos locales cantaban unos trinos especiales que se mezclaban mágicamente con el ruido de las olas. Era un momento preciado del día, una rutina sin la cual ya no podría vivir. El viejo había aprendido a apreciar estas cosas con gran intensidad.
Por eso cuando se hizo presente la aparición ya estaba bastante relajado, ya estaba más allá de la vida, del bien y del mal. Solo el ruido de las olas y los pájaros.
Alcanzó a preguntarle: -¿Quien eres?-
-Gabriel- respondió la aparición.
-Bonito nombre- dijo el viejo seguro de estar hablando con un ladrón que se había colado a su terraza. -¿Gabriel solo?-
-Mi nombre protocolar es Arcángel Gabriel-
-A, ya veo claro-
Siguió un silencio en el que ambos se estudiaron mutuamente. Gabriel era alto, fornido y bello. La melena le caía en rulos dorados sobre los hombros.
-Así que fuiste tu-
-¿Que?-
-Aquella pobre niña, María-
En ese momento fue que el viejo se dio cuenta de que la aparición había estado hablando sin mover los labios. Gabriel bajó la mirada y adquirió una extraña expresión entre triste y orgulloso.
-Pobre niña, estaba tan asustada, no de mi, comprendía perfectamente las implicaciones, las implicaciones cósmicas, me sorprendió como entendió al vuelo conceptos tan extraños a ella, no dudó. Pero no vengo a hablar de eso, no hablaré de eso.-
El arcángel iba vestido elegantemente. Portaba, con mucha clase, una tela de buen caer, pesada pero no mucho, una tela que destilaba alta jerarquía. El ropaje recordaba una toga senatorial de la Roma clásica. Blanca con un listón púrpura a todo lo largo. Pasaba sobre el hombro izquierdo y rodeaba la espalda pasando luego bajo el hombro derecho, a nivel del hombro izquierdo, de nuevo, todo iba sujeto por un broche de apariencia metálica, liso y redondo. Dejaba ver el brazo derecho grueso como un tronco y con grandes músculos bien torneados, también dejaba ver un hombro derecho increíblemente poderoso. En los pies, sandalias trenzadas con apariencia de cuero oscuro bien curado. El viejo comprendió que el intruso era un personaje que merecía respeto y cortesía.
El viejo se incorporó en la hamaca con mucha dificultad, luchó contra su propio cuerpo hasta que tuvo los pies apoyados en el suelo, luego se puso de pie con un quejido, se cogió fuerte a la caminadora que había dejado al acostarse. Durante todo este proceso, el arcángel no movió un músculo para ayudarle, solo contempló los esfuerzos del enfermo.
-Arcángel, me porto como un patán, ¿puedo darte algo de tomar? ¿Agua, café, whisky quizás?- dijo el viejo, señalando una mesa redonda de metal al otro extremo de la terraza. Comenzó a caminar lentamente empujando la caminadora frente a él.
-¿Que cosa eres? ¿De donde vienes?-
-Soy humano, como tu-
El viejo llegó a la mesa y cogiendo una silla para él no sin esfuerzo, acompañado de quejidos y gruñidos, le señaló otra silla al extraño visitante.
-Ven, siéntate Gabriel. ¿De donde vienes?-
Gabriel comenzó a caminar majestuosamente hacia la silla indicada. Sin mover los labios dijo:
-Del abismo-
-Ah, bueno,... aquí tengo agua, el whisky y los vasos, pero si quieres café tendrás que entrar hasta la cafetera, las tazas están ahí mismo.-
Sin decir palabra, el arcángel entró al apartamento buscando la cafetera. Gabriel movía con impecable majestad su inmensa humanidad por el apartamento. El arcángel encontró con facilidad la cafetera y rápidamente sirvió dos tazas. Se volvió, y dijo mientras regresaba divertido: ¡Esta es la mejor vez que me ha tocado anunciar algo! ¡Y eso que me toca anunciar el Apocalipsis!
Con inmensa dignidad se sentó en una silla junto al viejo. Colocó las dos tazas de café en la mesa y se les quedó viendo divertido. -Este olor lo conocía, pero sentirlo así de pronto, sabes-
-¿Desde hace cuanto tiempo no lo olías?-
-No menos de veinticinco mil años, por la medida pequeña.-
-¡Mierda!, perdón-
Sin perder tiempo, el viejo tomó dos vasos de shot y los puso frente a cada uno, golpeándolos contra la mesa, luego estiró el brazo trabajosamente hasta alcanzar la botella de whisky. Sirvió los dos vasitos completos y regresó la botella a la mesa ruidosamente.
-Antes de seguir con la anunciadera, échese un guamazo conmigo.-
-¿Un que?-
-Creo que viene de un tipo de cuero, “pelo de guama”, con eso hacían una fusta y repartían guamazos.-
El arcángel tardó unos segundos en comprender.
-¡Ah!-
-¡Bueno, écheselo pues!, después me sigue contando lo de los veinticinco mil años sin café y lo del Apocalipsis.-
El arcángel tenía unos grandes ojos azules, obviamente mejorados genéticamente, con ellos sostuvo firmemente la mirada del viejo, y moviendo ligeramente la cabeza hacia atrás, se echó su palo. El viejo lo siguió con su trago, e inmediatamente sirvió dos vasos más. Ambos rieron complacidos.
Este tipo Gabriel no parece mala gente, el disfraz que lleva es bueno, y cuando está uno constreñido a una caminadora y/o una silla de ruedas, la visita de tremendo loco es el acontecimiento del año.
-Ese Apocalipsis que anuncias es muy terrible, por supuesto.-
-Muy terrible, muy terrible, llena todos los extremos de las variadas profecías, cumple a cabalidad con las revelaciones de Juan, salvando las grandes alegorías claro.-
-Si claro, ¿morirá mucha gente?-
-No menos de seis mil millones, si no, no tiene caso.-
-¿De un solo coñazo?-
-Prácticamente, pero será un poco más lento y doloroso. Tribulaciones.-
-Ya me empezaba a angustiar por como dispondríamos de seis mil millones de cadáveres, por que entiendo que tu anunciación a mi comprende la responsabilidad de gerenciar estos detalles, ¿no?-
-Efectivamente, pero por los cadáveres no te preocupes, ellos se gerencian solos, especialmente si quedan en zonas contaminadas con radiación.- dijo Gabriel al vuelo, mientras tragaba el cuarto vasito de whisky escocés.
El viejo se quedo pensativo, imaginando seis mil millones de muertos tirados por el planeta, era algo extremo.
-Aquel al que anunciaste la última vez no profetizó precisamente eso; añadió al final una resurrección de la carne.-
-Dije que no hablaría de eso, no hablaré de temas de connotación religiosa, la religión es una blasfemia.-
-¿Y entonces, Dios, arcángel?-
-Ya dije que es una blasfemia, y basta.-
-Bueno, bueno, no te arreches-.
El arcángel resopló con impaciencia, mientras se hacía una cola de caballo con su melena, como si tuviera calor. -Te anuncio nuevamente que serás el gobernador absoluto de la humanidad de superficie que sobreviva, pocos pero muy valiosos.-
-Eso de que algunos seamos de superficie y otros del abismo, no lo entiendo bien.-
-Lo entenderás cuando de teleporte toda mi consciencia vital, son treinta y tres mil años, así que figúrate lo que vas a aprender.-
-¿Cuando que?-
-Teleporte, no importa, todo lo sabrás.-
-¿Sabes una cosa Gabriel? No te creo nada.-
-Mira hacia arriba entonces.-
El viejo miró hacia arriba, aunque le dolía el cuello y le sonaban las vértebras, y se quedó paralizado con la boca abierta, aferrado con terror a su silla hasta que los nudillos se le pusieron blancos. A unos veinte metros de altura sobre la terraza, demasiado bajo para no causar temor, flotaba inmóvil y silencioso, un aparato mayor al mismo edificio, como dos láminas de metal gruesas unidas en V. Al ver el estupor del viejo, el arcángel dijo con voz serena: -Es mi nave, Alberto.- Por primera vez lo llamaba por su nombre.
-Somos del abismo, del abismo de los océanos, todo lo entenderás.-
-Pero eso parece una nave espacial de las que salen en la tele.-Dijo el viejo, haciéndose el tonto, y ganando tiempo para pensar.
-Si, también lo es. No la vez sino tu, que quiero que la veas. Todo es tecnología que pronto entenderás.-
El viejo, que ya había tenido tiempo de recomponerse, dijo como si acabara de recordar algo de mucha importancia:
-No he decidido que título adoptaré. Gobernador no me parece adecuado a mi dignidad absoluta, Emperador es como muy cursi, Presidente es anticuado; se me ocurre que la dignidad del título de Profeta es lo adecuado.-
-¡Sea!, dijo San Gabriel Arcángel, ¡Anuncio que tu serás el Profeta de la Humanidad de Superficie Restante después del Apocalipsis, tu poder será absoluto, tu sabiduría será la mía, tu longevidad y salud serán las mías. Recibirás todos los tratamientos que nos proporciona nuestra tecnología! ¡Salve Profeta!-
Y el viejo, que ya había tenido tiempo de ver de que iba aquello, respondió:
-¡Salve Arcángel! Hago votos de obediencia a ti.-
Con eso se dio por terminada la Anunciación. El Arcángel desapareció, y su nave también. El viejo se quedó solo viendo al mar.
En ese momento sonó la cerradura de la puerta, era su mujer que regresaba del bingo.