Running to the window, he opened it, and put out his head. No fog, no mist; clear, bright, jovial, stirring, cold; cold, piping for the blood to dance to; Golden sunlight; Heavenly sky; sweet fresh air; merry bells. Oh, glorious. Glorious!
Charles Dickens
Cada amanecer es un milagro. Damos como hecho que mañana veremos el amanecer, cuando lo único que existe es hoy, ahora. No se que es lo que quiero escribir hoy, pero impulsado por una fuerza desconocida seguiré escribiendo.
A medida que avance en este texto, lo que escriba será el hoy, el presente, y adquirirá en ese momento el rango de glorioso, solo para cederlo inmediata mente. ¡Pero que momento habrá sido! En ese momento único y breve aquello que escriba será la única realidad de mi vida y, ahora que usted lo lee, de la suya. Nada importa más que este momento en que usted está leyendo esto, porque este momento es lo único que existe.
Voy a aprovechar este instante glorioso, que quizás no tenga otro, para contar otro momento anterior de mi vida, que no he contado a nadie nunca antes.
Sufro de Esclerosis Múltiple, lo digo por si alguno no lo sabe.
Veamos si encuentro las palabras:
Un día, hace quizá diez u once años, sufrí lo que ahora sé, era un brote de EM. Es muy malo, no se puede describir lo que se siente, solo un enfermo lo sabe. Entonces no había sido diagnosticado todavía, pero yo ya sospechaba de un mal neurológico degenerativo.
Por propia voluntad me quedé solo encerrado en mi cuarto al abrigo del aire acondicionado. Mantenía mi mente alejada de pensamientos deprimentes, entonces se me ocurrió repetir un mantra, pero el único mantra que yo conozco son oraciones. Así que las repetía, lenta y detenidamente, concentrándome en el significado de cada palabra, como nunca lo había hecho antes, sorprendiéndome de lo que decían esas palabras, pues siempre las había repetido mecánicamente, sin fijarme en su verdadero significado.
El Padre Nuestro y el Ave María son desde el punto de vista cósmico muy atrevidas, sorprendentes, casi prepotentes, o más que prepotentes. Así y todo las repetí mentalmente, como me habían enseñado cuando niño, solo que ahora me concentraba en su significado.
No se si fue el sonido rítmico de ventilador del aire acondicionado, o los encendidos y apagados del compresor, o mi concentración en el mantra, o la meditación sobre el significado de las palabras, o auto hipnosis; pero creo que entré en trance.
Lo que experimenté entonces no es fácil de contar, no encuentro palabras adecuadas. Podría decir que había una presencia en la habitación junto a la cama, podría decirlo pero no sería verdad. Sentí una abrumadora sensación de amistad. Si, amistad es la mejor palabra que puedo encontrar, pero no describe la intensidad, la profundidad, el calor de esa amistad total, la inmensidad de esa ¿entidad? amiga, universalmente amiga mía, la compañía sin límites que proporcionaba. Mi vida cambió para siempre, no por efecto del trauma de la enfermedad que llegaba, sino por haber conocido ese tipo de sensación de amistad.
No puedo contarlo de otra forma, pocas palabras dicen más que muchas.
No fue una experiencia corta, duró al menos cuatro horas, hasta que me quedé dormido.
No he podido repetir la experiencia, me ha sido imposible volver a alcanzar el nivel alterado de conciencia necesario, pero sigo tratando. Se que está allí y que puede alcanzarse, es inolvidable.
Lo incluyo en esta bitácora del 2012 sin saber exactamente porque razón, ustedes decidirán.
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