El Profeta se detuvo al entrar en el gigantesco espacio de paredes virtuales y transparentes; se detuvo a observar, como siempre hacía, el espectáculo de la Antártida rodeándolo 360 grados.
Las planicies de hielo y las imponentes cordilleras heladas. El planeta era magnífico.
Aquí la soledad era lo mejor.
Se cumplían 750 años del Apocalipsis, 750 años desde la antigüedad. Sin embargo la apariencia del Profeta era la de un hombre de veinte y tantos, muy alto y fornido; como nunca había sido en la antigüedad, hace 750 años.
Dos Ángeles Pretorianos se mantenían siempre a tres pasos de distancia del Profeta. Solo ellos tres en el descomunal espacio que una vez albergó más de veinte millones de sobrevivientes, escogidos y traídos aquí, a veces a la fuerza.
Este espacio monumental era solo un poderoso campo magnético.
Un albergue invisible e indestructible mientras el campo estuviera activado. La ciencia de abismo con sus superconductores.
Se sentó en la silla virtual, también hecha de campo magnético, que le servía de trono.
Le gustaba este sitio: la belleza y la blancura, la soledad y el silencio, que permiten pensar. Sitios como este aumentan la capacidad del cerebro y la amplitud espiritual.
Uno de los pretorianos le interrumpió sus pensamientos.
-Mi Señor, Su Serenísima Excelencia se comunica-.
Una imagen de su esposa de 770 años apareció. Joven, cutis terso, figura estilizada, alta, sobre dos larguísimas piernas, espalda recta y altiva.
-¡Hermana, estás bella, ¿cuanto tiempo sin vernos?-.
-Mucho, ¿cincuenta?-.
-Demasiado tiempo para dos consortes-.
-Demasiado-.
El Profeta había adoptado la antigua costumbre de los reyes de llamar a sus esposas hermanas, subrayando la paridad de ambos.
-Sigues en tu galpón de cristal rodeado de hielo, con la mente absorta en abstractos-.
-Lo abstracto es lo único santo, lo único puro-.
-¿El dios que no existe?-.
-Si-.
-Como sea, ¿vendrás a verme?-.
-Muy pronto, si-.
Un tiempo después, en el mismo escenario, el pretoriano:
-Mi Profeta, el Señor Apolo solicita ser recibido-.
Recordemos que a Apolo se le había concedido, en su tiempo, conservar su nombre de dios pagano-.
El Profeta estaba muy concentrado, a punto de tomar una decisión crucial, pero regresó a la realidad y pospuso la decisión.
-Si, que pase-.
Al lado izquierdo del Profeta apareció una silla hecha de magnetismo, con Apolo sentado en ella.
-Saludos Profeta, sé que interrumpo algo, pero consideré necesario venir a hablarte, hay cosas que debes conocer-.
-¿Que cosas?-.
-Una buena y otra mala-.
-No es tan fácil saber que es bueno y que es malo. Dime primero la supuesta buena-.
-Verás señor, en el acelerador de partículas planetario han descubierto la traza de una partícula nueva. En condiciones semejantes a las del momento de la Singularidad, con la colisión de sub partículas, sub sub sub partículas, tres veces sub, se produce la traza, por un tiempo muy corto, mil millonésimas de nanosegundo, y desaparece absolutamente, aniquilada. La energía producida allí es tiempo, tiempo concreto. Energía en forma de tiempo. Cada vez que se produce una de estas, se crea un tiempo nuevo, un tiempo distinto, otro tiempo, un tiempo que sigue otra flecha; por consiguiente nace un universo temporal nuevo con otra flecha en su tiempo-.
-Ya veo.- Dijo el Profeta. -¿Y la mala?-
-La mala- dijo Apolo – Es mucho más pedestre-.
Se levantó del asiento y dio unos pasos hasta quedar de frente al Profeta, con expresión triste dijo:
-Hemos detectado brotes monoteístas en la población común, por lo menos un caso en un Ángel ordenado. Es un florecimiento de fanatismo anacrónico e irracional, pero es real y muy peligroso-.
-Ya veo-. El Profeta guardó silencio considerando la información.
-¡Que contradictorio! Por un lado llegamos a la relación física entre la eternidad-espíritu y el universo temporal, por el otro caemos en añoranzas supersticiosas. Increíble. Esto no tiene sentido-.
-Si me lo ordenas arrancaré de cuajo a estos sacrílegos-.
-Primero tendrás que decirme toda la verdad, te conozco desde hace más de setecientos años, suelta todo: ¿Quien es el Ángel hereje?¿Quienes son los de la “población común”?-.
Apolo se detuvo con cara de preocupación. Entonces la voz de Anubis, en off, se oyó decir: -El Angel Sariel, director general del proyecto del acelerador planetario, los demás son un grupo grande de sus colaboradores científicos-.
-A carajo.-.dijo el Profeta. -Absolutamente increíble, incomprensible, después de estos nuevos descubrimientos, imperdonable-.
-A causa de los descubrimientos, que parecen matar cualquier pretensión de instaurar una religión-.Añadió Apolo.
-¿Religión? ¡Blasfemos!- dijo la voz de Anubis.
-Traidores, herejes, fanáticos, alucinados- intervino el Profeta. - muy peligrosos-.
-¿Los aplasto?- pregunto Apolo.
-No creo que valga la pena, son los genes, es la naturaleza humana- dijo el Profeta, luego añadió casualmente -he pensado en desmantelar la especie humana, cancelar el planeta. No tiene caso.-
Su esposa abrió la puerta corrediza que daba a la terraza y salió presurosa acusando una pronunciada cojera. Trató de correr hasta la hamaca donde dormía el viejo.
-¿Que te pasa? Deja el escándalo mijito.-
El viejo, dormido, bufaba como podría haber hecho un dinosaurio herido.
Ella lo sacudió, el despertó lleno de rabia y frustración. Trató de levantarse de un salto, propio de un joven sano y fuerte y no de un viejo enfermo y discapacitado, por supuesto las piernas le fallaron, solo evitó una caída aparatosa, que a podido ser muy fea, porque se agarró de la hamaca y suavizó la caída. De todas formas quedó tendido en el suelo boca arriba.
-Ahí, donde estás tu, estaba el Arcángel-.
-¿A ese era el que llamabas a gritos?-
El viejo tenía el rostro congestionado, temblaba, estaba peligrosamente alterado.
-Mi amor cálmate, que te va a dar una vaina. Tranquilizate.-dijo ella. -¿Quien era esa señora? Llorabas dormido, no me atreví a despertarte. Ya está, ya pasó, tranquilo.-
-Acercame una silla para apoyarme, ya sabes.-
-Ella fue hasta la mesa y cogió una de las sillas. Con evidente dolor en una pierna, la trajo hasta él-.
El viejo se apoyó en la silla y logró ponerse de pie; quedando de frente al mar. Algo recompuesto dijo: -Lo único importante es que permanezcamos juntos hasta el final-.
-Yo no soy nada sin ti y tu no se que harías sin mi-.
-Esto puede ponerse muy feo, muy malo-. Dijo el viejo.
Ella lo tomó por el brazo y lo empujo suavemente. -Vamos adentro. Necesitas el aire acondicionado y descansar un poco en la cama oscuro-.
El obedeció sumiso.
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