viernes, 24 de junio de 2011

LA APOTEOSIS DEL PROFETA (SERIE POR ENTREGAS) No 2

El Profeta se despertó a una hora, que en su reloj pulsera, no tenía sentido. Desde que su salud había mejorado por obra de sus nuevos genes básicos y del ejército de nano robots orgánicos que llevaba dentro, además de sentirse francamente más joven y más alto y más musculoso, había cambiado su rutina, se levantaba y directamente se bañaba, rápido y con agua fría, y completaba rápidamente toda la rutina de higiene.
Antes, aquejado de todos los síntomas de EM, repartía estas tareas durante el día. Ahora estaba listo en pocos minutos. Estaba convencido de estar en sus habitaciones de siempre en su apartamento en Margarita, extraño pues ya debería estar muy lejos de allí.
Su Serenísima Excelencia siempre se levantaba mucho antes, así que no le extrañó su ausencia, de todas formas la hora de su reloj no tenía sentido.
Haber recuperado el control de sus facultades motoras, solo se podía apreciar después de saber como era haberlas perdido. Y por supuesto, la sensación de juventud no tiene secretos para nadie.
El Profeta vistió su túnica, y salió con altivez de la habitación. Pero afuera no estaba el resto de su apartamento. Estaba Hades sentado en un banco.
-Hola Hades.-
-Hola, mi Señor Profeta-
-¿Que vaina es esta?-
-El interior de su nave.-
-¿Y la habitación?-
-Virtual.-
-¿Me estabas montando guardia?-
-Si mi Señor. Le dije cuando nos conocimos que tenía el encargo del Arcángel de estar a su disposición para explicar cualquier cosa sobre el abismo.-
-Después Hades, gracias. ¿Sabes donde esta Su Serenísima Excelencia?-
-En el casino.-
-¡Mi nave tiene casino!-afirmó El Profeta.
Hades rió abiertamente. -No pensará El Señor que íbamos a traer a Su Serenísima Excelencia a un sitio donde no pudiera relajarse.-
-Dios libre.-
El Profeta tomó a Hades por el brazo y lo conminó a seguir adelante.
-He decidido que tu nombre seguirá igual, te seguirás llamando Hades.-
-Gracias Señor.-
-¿Si yo tengo la consciencia del Arcángel, que tengo yo que preguntarte a ti sobre el abismo ni nada?-
-A veces tanta sabiduría de pronto, confunde.-
-A veces.-
El Profeta continuó: -A propósito, ¿donde está el Arcángel?-
-Dentro de usted, mi Profeta.-
-¡A no!-
-Una persona está donde está su consciencia.-dijo Hades.
Una nave como esta estaba constituida por dos segmentos iguales en longitud, con forma como tablas, que se unían en cuarenta y cinco grados en una punta.
No tenía motores ni ningún sistema de propulsión aparente, si El Profeta no tuviera al Arcángel adentro, hubiera tenido que preguntar.
Continuaron la caminata, llegaron a la punta, donde se unían las dos tablas en cuarenta y cinco grados. El sitio estaba desierto, ni controles ni nada, ni nadie a cargo. Nuevamente, si El Profeta no tuviera al Arcángel adentro, se hubiera extrañado.
-¿Donde queda el Casino?-
-Del otro lado.-
Efectivamente, a corta distancia se veía una pared con una gran puerta de madera muy fina. Sobre la puerta en grandes letras luminosas, pero con una luminosidad extraña, como la de las criaturas del abismo; se leía: Gran Casino Hades. Que pierda toda esperanza quien entre aquí.
-¿El negocio es tuyo?-
-Soy socio.-
A ambos lados de la puerta estaban dos Ángeles corpulentos, con túnicas negras y sandalias. Cuando éstos los vieron venir y los reconocieron, ambos pusieron rodilla en tierra, inclinándose hasta alcanzar el piso con las manos, luego inclinando la cabeza. Una vez así permanecieron inmóviles y mudos. Parecían dos leones alados de piedra custodiando la entrada a Babilonia.
La puerta se habría. El Profeta y Hades pasaron entre ellos sin inmutarse.
Adentro, la puerta se cerró, y estalló el pandemónium. La cacofonía era inmisericorde, campanas, pitos, cornetas, ladridos, gemidos, acordes enloquecidos, gritos de una gallina virtual cruzando una calle virtual, trompetas que anunciaban la apertura de la pirámide llena de tesoros, lamentos de fantasmas, ruido de monedas, todo, todos provenientes de cientos de maquinas tragamonedas.
Una música infernal, de pocos acordes, provenía de un inmenso artilugio que proporcionaba un juego de bingo. Esa música, si es posible llamarla así, se repetía continuamente hasta el infinito. Cámaras escondidas vigilaban y grababan cada movimiento.
-Este sitio es digno de ti, Hades.-
-Gracias, Señor.-
En realidad era grande. Una fila de máquinas tenía quizás doscientos metros. A un lado estaban las mesas de juego: blackjack, caribbean poker, studpoker, todo; más adelante, cinco ruletas abarrotadas de apostadores. Luces, ruido, gritos, más música enloquecedora proveniente de una maquina de carreras de caballos, en donde los apostadores animaban a gritos a los caballos virtuales.
El Profeta, conocedor de su terreno, fue inmediatamente hacia las mesas de poker. No tuvo que buscar mucho. En la primera mesa, sentada en un puesto en el centro, estaba Su Serenísima Excelencia.
El Profeta, seguido por Hades, se acerco sigilosamente por detrás suficiente para poder ver su juego.
-Guebón no te me pares atrás que me empavas.-
El juego se paró inmediatamente, todos se levantaron y se postraron en reverencia ante las personalidades, todos menos Su Serenísima Excelencia.
-¿Ves? ¡Ya la cagaste!-
-Pueden continuar por favor.- dijo El Profeta.
Al lado de Su Serenísima, se sentaba una señora con la cual aparentaba haber entablado conversación y amistad. Era una vieja muy flaca y huesuda, absolutamente horrible, en la cabeza tenía como alambres enredados en vez de pelo.
-Señora-dijo con autoridad El Profeta-¿Cual es su nombre?-
-¡No te metas con mi amiga!-
-Medusa, a sus pies mi Profeta.-
Hades se adelantó:
-No es nada Señor, son habituales aquí.-
Al lado de Medusa, se sentaba un gordo, tan gordo, que las nalgas le sobraban por los lados del taburete en que se sentaba. Bebía cerveza de un vaso de cartón inmenso.
-Y usted como se llama.-
-¡Gordo, coño, ya!- la Serenísima reclamó.
El gordo de la cerveza se puso de pie y ejecutó una reverencia imposible para alguien de su corpulencia.
-Soy Dionisio.-dijo arrastrando las letras y tambaleándose.
-Ya.-
El Profeta tomó a Hades por el brazo.
-Tengo que desayunar algo, llévame al bar de aquí.-
Comenzaron a desplazarse hacia el “bar & grill”. De pronto El Profeta se detuvo y dirigiéndose hacia la mesa de juego proclamó:
-Tu, Medusa, conservarás ese nombre que te queda bien. Tu Dionisio, de ahora en adelante te llamarás Pomponio.-
Pomponio se deshizo en reverencias y actitudes de sumisión, pero guardó silencio respetuoso.

En el camino al bar pasaron junto a una mujer que jugaba de pie en una máquina. Era alta, delgada de figura exquisita, tenía el cabello negro liso pero al mismo tiempo ligeramente ondulado. Llevaba una mini-túnica que llegaba justo a donde terminaban las nalgas, y por delante también. De ese punto al suelo iban dos kilométricas piernas desde todo punto de vista perfectas. Lo más impactante era el color de la piel. Bronceada pero indefinible. Ella llamó poderosamente la atención del Profeta.
Súbitamente, el Profeta se detuvo, giró sobre sus talones para enfrentar a Hades cara a cara.
-¿Donde estoy?Quiero decir¿Donde está esta nave?-
-En órbita... de la Luna.-
-Esto es idea de ustedes tres.-
-Si, Señor.-
-¿Como se atreven?¿Que se han creído diosesitos de mierda? En La Tierra tenemos un Apocalipsis, ¡tenemos seis mil millones de mis muertos! Ángeles imbéciles. Estoy haciendo un esfuerzo enorme por contener mi indignación, ¡mi furia!¡Vamos a La Tierra ya!¡Mueve el culo!-
La gente alrededor había parado de jugar, y escuchaban este intercambio aterrorizadas. Todos, menos la belleza de la mini-túnica que jugaba inmutable, esto no pasó desapercibido del Profeta.
-Voy a mi habitación y no saldré más, me llevarán la comida allí. Apolo que se presente ante mi a la brevedad posible.-
Hades salía ya presuroso a cumplir las órdenes.
-Espera, ¿quien es ella?-
-La diosa Maat, mi señor.-
-Otra cosa Hades, me cierras este antro inmediatamente, me desalojan todos estos ángeles asquerosos, que vayan a hacer lo que hagan cuando están ociosos. ¡Que es el Apocalipsis coño¡-
Hades partió corriendo.
Su Serenísima Excelencia había dejado de jugar y se había acercado, estaba de pie al lado del Profeta, de manera que oyó perfectamente.
-Diosa Maat.-
La diosa se giró.
-Si mi señor.-
-Tu también te presentarás ante mi... cuando puedas.-
-¿En su habitación Señor?-
-Si.-

No, esto no puede quedarse así.

1 comentario:

Luis Henrique Brandt Wallis dijo...

Esto se pone interesante! Su Serenísima Excelencia, La Diosa Maat, El Profeta Apoteósico! Será que Pomponio tiene la última palabra?....o le dará el desayuno al profeta?...Cuando es la siguiente entrega?.....Presentará Hades a Perséfone?......Ojo con Maat!!!!