sábado, 7 de noviembre de 2009

LA ESPORA HUMANA



En el tema de los “derechos humanos” que llaman, hay mucha tela que cortar; o mejor, no hay tela, no hay nada. No hay ni que cortar ni nada.




Es una infamia pretender que los humanos tengamos derechos por el hecho de ser humanos, “derechos” que los demás seres vivientes no tienen.



Nadie tiene “derechos”.



La historia, pronto, se encargará de restregarnos en la cara nuestros “derechos” con violencia.



En 1948 las “Naciones Unidas” proclamaron la “Declaración Universal de Derechos Humanos”, la mayor lista de falsedad y engaño que ha sido posible reunir, y que nos costará muy caro.



En todos sus treinta artículos se alienta a la total decadencia de la humanidad; con mentiras, no hay ni un átomo de verdad en toda la lista. Ni la menor lógica, ni en los artículos, ni en el preámbulo. Es una vergüenza y una infamia cósmica.



Tiene fuero de religión. Una religión cívica y ciudadana, aprobada en asamblea, unánimemente, a mano alzada, por “países”. Preludio del fin.



Se convertirá en el más grande obstáculo para lograr, por los pelos, la supervivencia de la especie.



Un obstáculo como las nacionalidades, las religiones y las ideologías.



La esperanza es que se configure a tiempo una élite eficiente, que esté consciente de la falsedad que se maneja. Será muy duro.



No figura en la lista de derechos humanos consagrados, pero que tal este:



Toda persona tiene derecho a disponer de un planeta habitable, y en caso de cualquier catástrofe, de cualquier tipo, en su planeta actual o no, tiene derecho a ser transportado a otro habitable.



Sería como cualquier otro derecho humano más: absurdo, inventado por humanos.



Por eso la angustia de las religiones, que se aferran a lo más fundamental en la fase de negación.



Por eso florecen fundamentalismos de todo orden.



La humanidad, cumpliendo su destino, se divide. No todos podrán seguir al futuro.



No es justo, pero la justicia siempre ha sido patológica. Una enfermedad nuestra creada por el miedo, la envidia, ideologías y religiones.



Cuando se ven fotos de humanos realizando trabajos rutinarios en la estación espacial por ejemplo, algo inalcanzable para los otros 6.000.000.000 que conformamos el lumpen, se ven con claridad las señales: los que no van.



Pero no solamente el lumpen-proletariado, como antes, sino también el lumpen-evolutivo: los que no vamos.



La degradación del planeta es evidente y esperada.



Las extinciones masivas, el clima, la pobreza, el hambre, el fantasma del canibalismo, pandemia, y la fundamental simplicidad de su principal y más numerosa especie, tan numerosa, que parece una plaga.



Parece que el planeta estuviera infectado con seres humanos.



Una infección que le producirá eventualmente la muerte.



Pero quizás la infección humana del planeta haya provocado ya las reacciones propias de la evolución de la especie:

Tenemos que irnos. Pero no todos, solo los mejores. ¡Típico de la evolución! ¡Toma tu justicia!



La evolución, o cualquier otro mecanismo que nos trajo hasta aquí, reaccionará. Sus reacciones ante un peligro de extinción siempre han sido frías, despiadadas con los débiles, con los experimentos fallidos.



La justicia no es una prioridad, en realidad ni siquiera es una consideración.



Los humanos no son todos creados iguales.



Aceptar este hecho evidente será muy traumático.



Observen bien a los izquierdistas igualitarios del presente, andan revueltos, confundidos como sus masas, presienten que son los que no van. La inmensa mayoría. Va a ser muy traumático.



Los temas políticos actuales pronto quedarán como sin importancia, obsoletos, la nueva política tendrá temas mucho más inaceptables, trascendentales.



Los temas políticos actuales quedarán solo como derechos humanos violados por la realidad.



Estos llamados derechos humanos son una especie de reivindicaciones logradas por un gran sindicato humano.



Lo que viene será como la evolución dejando morir a los dinosaurios, fríamente, para lograr el milagro de conservar sobrevivientes convertidos en pájaros.



Esta vez el problema es más intelectual, pero en el fondo es lo mismo. La “muerte” del planeta no solo es ocasionada por las tecnologías industriales, sino también por la tremenda plaga de humanos. El bagaje de conceptos humanistas es muy pesado.



Nos convertiremos en pájaros, será muy traumático. Algunos pocos, muy, muy pocos, tendrán la oportunidad de convertirse en pájaros, serán indudablemente una élite muy superior.



Es cuestión de genes, única y exclusivamente. No tiene nada de constitucional y es totalmente incorrecto políticamente.



El daño ocasionado al planeta es irreversible. La extinción de la plaga humana parece decretada. Solo tendrán oportunidad de evolucionar los hombres pájaro, y solo eso, tendrán solo una pequeña oportunidad.



Será un proceso largo y lento, muy apropiado para comenzar un milenio. Si es que comenzamos a contar los tiempos desde el supuesto nacimiento del dios vivo.



¿Será para este proceso que Él enseñó a acatar la Voluntad, perdonar, dar la otra mejilla y ser mansos?



¿Los que “heredarán la tierra”? ¡Herejía! ¡Blasfemia!



De pronto “las naciones” se encuentran con la quiebra de sus valores fundamentales. Las clases sociales, castas, las más intocables, de frente con las mentiras con que han soñado.



Las riquezas materiales, de pronto, no son suficientes para acceder a la élite necesaria.



¿Como se afrontara esto?



La ciencia avanza vertiginosa, pero el verdadero propósito de los avances es lograr los conocimientos necesarios para abandonar el planeta. Las cosas por su nombre.



Parece muy difícil que, en su momento, puedan irse todos. Será un proceso largo y peligroso.



Estas cosas sucederán en medio de una orgía de incertidumbre.



Las creencias trascendentales ya no resisten más pues serán probadas, fuera de toda duda, erróneas. Habrá certeza, no la que se esperaba, pero certeza científica firme, y habrá que adecuarse a ella.



Los que heredarán la tierra no son bienaventurados.



Por ser humanos no tenemos, por fuerza, derechos. Nuestro único derecho es a contemplar y a morir. Quizá sea suficiente.



Tiene que ser suficiente, sobre todo para los que no van.



Este asunto de los derechos humanos será determinante en la gran crisis que acabará con las culturas actuales.



Este mito divinizado de los derechos humanos. Una lista de buenos deseos entronizada por burócratas.



En todo caso no tenemos más “derechos” que cualquier animal, que tampoco tienen. Esta es la inmensa mentira sagrada del siglo XX. Sin ninguna base, ni de realidad, ni filosófica, ni religiosa.



Una mentira “democrática”, una mentira fatal.0



Basada, quizá, en alguna entelequia iniciática, en algún nivel.



Tal como es la democracia, y todo este inmenso error: sagrada e intocable. Fatal.



Cuando seamos confrontados cada vez más con la evidencia incontestable de la efectiva destrucción de nuestro hábitat, lenta o violenta, y de las primeras consecuencias y secuelas de esto, entonces, ocurrirá.



Pero la culpa la tendrá la búsqueda absurda de justicia por encima de otros valores humanos.

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