jueves, 19 de enero de 2012

DIARIO DEL FIN DEL MUNDO. Gran vía.

La Gran Vía de Madrid es sin duda un gusto adquirido. Los que hemos adquirido este extraño gusto ignoramos el incesante paso del tráfico, la sirena recurrente del Samur, de la policía, el transitar de multitudes de extrañísima demografía y, por último, variopintos  elementos indignados y, otras cosas que no alcanzo a describir.
Pero los afectados por este gusto ya adquirido adoramos la Gran Vía, la veneramos y obviamos de plano todos sus maltratos.
El Profeta estaba sentado cómodamente en una terraza muy al borde de la calle, era invierno en pleno enero, sin embargo las terrazas estaban llenas porque hacía muy bueno. Disfrutaba del frío que le hacía mucho bien mejorando sus discapacidades.
En vez de tratar de ignorar el mundo que se movía ruidosamente a su alrededor, se concentraba en él. Detallaba la gente que pasaba, sus ropas, los pequeños que iban en carritos de bebés; demasiados gemelos por cierto. Contaba las ambulacias, llevaba el ritmo de los semáforos, veía con admiración y envidia las motocicletas de la época presente, bellos diseños, deseaba ser joven nuevamente.
Su Excelencia Serenísima partió calle abajo con su acostumbrada premura a buscar tabaco, el Profeta quedó solo y en paz disfrutando de una cerveza y un aperitivo "lagrimas de bacalao". Son innovaciones que han traído las nuevas generaciones de empresarios a la augusta vía.

De pronto se acercó un grupo de chavales. Digo yo chavales desde mi anciano punto de vista, pues todos debían estar en sus veintes, y muy bien llevados. Han debido ser un grupo de nueve o quince. Juntaron tres mesas para caber todos y arrastraron suficientes sillas, entre risas y cachondeos. Parecían ser el mismo número de hembras que de varones, algo raro en estos tiempos de estilos de vida sexual alternativos.

Entre ellos destacaba una chica, una chica que destacaría con diferencia en cualquier grupo. Era alta y esbelta, de piel muy blanca con el rostro lleno de pecas, con una cabellera lisa y muy roja que le llegaba a la cintura. Su acompañante hoy era un catalán moreno claro de perilla negra y dos anillos, uno en cada oreja. La risa de ella era fácil y contagiosa. Todos hablaban en español, aunque se notaban varias nacionalidades en estos jóvenes del siglo XXI.

Ella arrastraba su español con un acento hebreo, israelí, en el que se notaban aristas duras centro europeas, quizás rumanas, quien sabe. Él no ocultaba su catalanismo.

Trajeron un cubo lleno de cervezas para todos y se instalaron a gozar de la vida entre flirteos y risas, como corresponde a los jóvenes

Ella tomó una silla que daba justo espalda con espalda con la del Profeta, de forma que si inclinaban la cabeza hacia atrás, cualquiera de los dos, se rozarían en la nuca y se podían distinguir claramente las conversaciones. Todo como estaba planeado, perfecta ejecución.

Parecía una historia de la guerra fría del siglo pasado, en esta nueva era de comunicaciones electrónicas, el modo directo, personal y sencillo seguía siendo el más seguro.

Ella cantó una estrofa en voz alta: "If I was a rich man, laralaralalala"

Contacto. El Profeta contestó en clara e inteligible voz:

"Geografía Extendida".

Ella tomó el rostro del catalán en sus manos y le plantó un penetrante y sonoro beso.

Mensaje recibido claro y fuerte y entendido. Ha comenzado, listo, se desatará lo acordado, que el dios que no existe se apiade de nosotros. El Profeta inclinó su cabeza, apoyándola en sus dos manos y cerró los ojos, misión cumplida. Los caminos del Señor son insondables.

Los chavales se levantaron todos al mismo tiempo con gran alboroto, caminaron entre bromas
hasta el paso cebra y cruzaron la vía a la otra acera al ritmo del pajarito de los ciegos. Dejaban tras de ellos un fuerte olor a porro. Ella iba aferrada del brazo de su catalán, nunca volteo hacia atrás.

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