viernes, 14 de octubre de 2011
LA NUEVA FLECHA DEL TIEMPO, segundo comienzo
El caballero era alto y flaco, tenía la tez aceituna, el rostro largo y la nariz aguileña. Alrededor de él flotaba un vago aroma a colonia. Iba impecable en un liquiliqui blanco, cerrado al cuello por botones de oro. El cabello y manos cuidados al máximo. Reloj y cadena de oro sólido.
Un diamante como zarcillo en el lóbulo izquierdo y, como colmo de los colmos, un delgado bastón negro que tenía un caballito de oro como empuñadura.
El viejo jamás atendía el timbre de la puerta. En las muy raras ocasiones que llamaba el corazón le daba un brinco en el pecho; entonces callaba, silenciaba el volumen de la televisión y, escuchaba algún sonido delator.
-Señor Alberto, perdone que lo moleste, sé lo que le cuesta abrir, pero es importante, mucho, muy importante-. La voz masculina tras la puerta sonaba serena y transmitía autoridad.
La puerta es doble, una interior de madera y una reja exterior para proteger de los atracos que abundan, pero al viejo ya no le importaban los atracadores. La curiosidad mata, pero no esta vez, ¿o si?
El viejo terminó de abrir. Cuando el caballero estuvo en su presencia se tomó unos segundos largos, en completo silencio, para interiorizar la aparición. Retrocedió unos pasos para dejarlo entrar.
-Pase por favor, cierre usted mismo las dos puertas. Pase, debe hacer mucho calor afuera-.El viejo se dio vuelta moviéndose hacia adentro.-Pase, yo me sentaré en la butaca, usted siéntese en el sofá por favor y perdone-.
-Soy yo el que debe ser perdonado por molestar, mi Profeta-.
-¿Como me ha llamado?-.
-Profeta-.
-¿Y usted quien es?-.
-Soy el Anticristo-.
-¡Ah! Claro, que tonto soy-.
El viejo se inclinó hacia delante, desplegando un lenguaje corporal definitivo.
-Eso fue un sueño, entiende, un sueño, un sueño que tuve durmiendo en mi hamaca. ¿Como ha entrado usted en mis sueños?-.
-No, no era sueño. ¿O es que usted, Profeta, no recuerda con nitidez y detalle cada uno de los setecientos y tantos años que gobernó a la humanidad? Es solo cuestión de física, física cuántica, la misma que usted mandó investigar y profundizar-.
En eso se escuchó el sonido de una llave abriendo la primera reja. El condominio provee dos carritos de mercado para que los vecinos suban a sus apartamentos con las compras. Su Excelencia Serenísima traía ambos desbordantes de provisiones. Luego se oyó una llave que abría la puerta de madera. Con grandes trabajos, ella entró de espaldas, empujando un carrito y halando el otro. El Anticristo se puso de pie de inmediato ante la presencia femenina y regia.
-Es un desastre, no hay de nada, hay que comprar lo que encuentres cuando lo encuentres. El super estaba full de gente, la gente está como loca, todo el mundo estresado, el calor es espantoso, no se que esta pasando. Una vieja negra horrible, pero asquerosa horrible, me insultó por que yo estaba comprando cuatro latas de aceite, me dijo “el coñísimo de tu madrísima”. ¿Puedes creer? Hay dios mío perdón creía que estabas solo-.
El Anticristo dijo: -Excelencia, déjeme ayudarla por favor-.
-¿Como me llamó?¿Como se llama usted?-.
-Mi nombre no es importante... mi nombre es Hugo-.
-¿Hugo?¡Ay no mijo cámbiese ese nombre! ¡Zape bien lejos!-.
Más luego:
-Profeta, no, no fue un sueño y lo sabes bien. Al final de tu patriarcado de siete siglos y medio te dejaste llevar por la decepción, por la desesperación. Tu espíritu se rebeló-. El Anticristo miraba a los ojos del Profeta intensamente, como queriendo penetrar su alma.-¿No fuiste tu el que proclamó que la creación del universo se produjo cuando el espíritu único y eterno se constituyó en tiempo? ¿No fueron tus investigaciones las que confirmaron que la materia-energía se transformaba en tiempo a nivel cuántico? Tu espíritu, tu “pequeña” porción de espíritu único y eterno, perturbó de alguna forma el interior íntimo de los átomos de tu cuerpo, la misma mecánica de la relación materia-tiempo. Por eso abandonaste aquel futuro posible y regresaste a este otro presente posible.
Sé que lo entiendes Profeta-.
-¿Es este acaso otro universo, uno paralelo?-.
-Solo hay un universo. Es el mismo universo, solo otro tiempo con otra flecha. Otra flecha del tiempo. Un presente posible en el cual estoy yo-.
-¿Tengo yo esta habilidad?¿Como es esto posible?-.
-¿Conoces los evangelios bíblicos?-.
-Si, los conozco bien-.
-Entonces recordarás Marcos 9, 2-10-.
-Lo conozco bien. Es el que relata como Jesús, tomando como testigos a Pedro, Santiago y Juan subió a un monte y se transfiguró y se hizo acompañar en ello por Elías y Moisés-.
-¿No fue eso una re-ingeniería de la creación? Así es esto posible-.
-En verdad eres el Anticristo-.
-Necesitaremos ángeles-. Dijo el Profeta.
-Tengo-. Respondió el Anticristo.
-Ángeles humanos-.
-Los únicos que existen-.
-¿Eres tu la bestia?-.
-No, no creo, eso es una tradición que se ha malinterpretado, pero todo es confuso, habrá que esperar y ver. Confieso que eso me causa ansiedad-.
-Vete ya y haz lo que debas hacer. No quiero saber detalles, ven a mi solo con soluciones, nunca con problemas-. Dijo el Profeta que empezaba a entrar en calor.
Al levantarse el vernáculo caballero para partir, el Profeta notó por primera vez que su cuidada vestimenta terminaba en un par de perfectas alpargatas de tela gruesa color azul oscuro y suela de legítimo cuero de res.
-Oye Hugo, Anticristo. ¿Donde conseguiste esas alpargatas? No se consiguen así en ninguna parte, llevo años buscándolas. ¿Donde las compraste?-.
Hugo, sorprendido, balbuceó.
-Mi señor, no recuerdo, no tiene importancia-.
-Dime- ordenó.
-Un Ángel artesano las hará para ti-.
“No merece confianza este Anticristo”. Pensó el viejo.
El Anticristo salió, cerrando con cuidado las dos puertas.
“Estoy loco. He perdido la razón. Creo que terceros ven y oyen las mismas cosas que me atormentan y hasta hablan con ellas. Es una locura rara, con visos de cordura, pero así son todas las locuras”.
El viejo, ex-profeta, se arrastró hasta su habitación, cerró la puerta, apagó la luz y se acostó. Se cubrió con la sábana como se hace con los muertos.
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